MADRID.- A los problemas, psicológicos y físicos, que se derivan de una agresión sexual se suma el miedo posterior de la víctima por si ha contraido el sida u otra enfermedad. Algunos expertos sanitarios plantean, ante esta situación, la posibilidad de ofrecer a los afectados la profilaxis postexposición (PEP) para prevenir el contagio por el VIH, pero no todos comparten esta opción.
Un artículo publicado en la revista 'Archives of Pediatric and Adolescent Medicine' analiza el estado actual de esta controvertida cuestión y señala que la falta de datos rigurosos sobre la efectividad de la profilaxis y los problemas de adherencia a la terapia son los principales argumentos en contra de esta medida.
La agresión sexual a los adolescentes es un problema demasiado común. Un estudio del año 2001 recoge que el 10,2% de las mujeres y el 5,1% de los hombres han sido forzados a practicar una actividad sexual alguna vez en su vida. El 29% de estas víctimas tienen entre 12 y 17 años.
Según informa en su artículo el doctor Jonathan M. Ellen, del Departamento de Pediatría de la facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, existe un importante debate sobre los costes y los beneficios de ofrecer la profilaxis postespoxisión (PEP) a los adolescentes que han padecido una agresión sexual.
Los partidarios de esta opción se basan en modelos animales que sugieren que esta terapia puede ser efectiva si se administra dentro de las 72 horas posteriores a la agresión y se prolonga durante 28 días. Sin embargo, no hay datos concluyentes sobre su eficacia en personas.
Tanto los CDC (los centros para el control y prevención de enfermedades de Estados Unidos) como la Academia Americana de Pediatría recomiendan empezar la profilaxis en un plazo de 72 horas siempre que se sepa que el agreso
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