Ciclo de entrevistas “invisibles” | 10 DIC 23

Historia del Hospital Noé Yarcho, donde ejerció el "médico milagroso" de las colonias judías

Sito en Villa Domínguez, provincia de Entre Ríos, se emplazó con la llegada de los primeros colonos y hasta se sostuvo por los vecinos durante años. Hoy atiende a cerca de 600 pacientes mensuales. Todo sobre su pasado y presente.
Autor/a: Celina Abud 

Invisibles: No siempre el valor y la fama coinciden; ni los médicos más dedicados son los más visibles. Valoran el agradecimiento de quienes los necesitan más que algunos minutos en televisión. Forman parte de sus comunidades y están comprometidos con ellas. No tienen nada para vender; más bien comparten lo que tienen, lo que saben. Atienden en localidades remotas a familias humildes, no quieren dejar huérfana a ninguna enfermedad. Curan cuando se puede y cuidan siempre. Son aquellos que con los pies en el barro le dan sentido a una profesión milenaria. IntraMed quiere homenajearlos con este ciclo de entrevistas que se propone darles visibilidad a los “Invisibles”.

El Hospital Noé Yarcho de Villa Domínguez, a pocos kilómetros de la localidad de Villaguay, fue un establecimiento médico de avanzada en la provincia de Entre Ríos y  la primera institución que funcionó con la llegada de la mayor colonización judía de la provincia, impulsada por el Barón Maurice de Hirsch, empresario y filántropo que buscó rescatar familias de la Rusia de los Zares. El doctor Noé Yarcho, de origen ruso, fue contratado por él y, con el tiempo se ganó el mote de “médico milagroso” o “santo judío”, al punto que ya no sólo atendía a los colonos judíos, sino también a vecinos y hasta visitantes de la República Oriental del Uruguay. Tras su muerte, la institución fue sostenida por los vecinos, ya que toda la comunidad creció en un ambiente solidario y sus antepasados fueron parte del ambicioso proyecto del cooperativismo agrario argentino. Hasta 1975 fue sostenido por los vecinos, que decidieron donarlo íntegro al gobierno de la Provincia de Entre Ríos con la única condición de que siguiera funcionando. Así lo recuerda Osvaldo Quiroga, director del Museo de las Colonias Judías del Centro de la Provincia de Entre Ríos.

Su actual director médico es el doctor Gonzalo Carril, quien es oriundo de Rosario, pero siempre supo que quiso ejercer por fuera de las grandes urbes y disfruta de ese contacto más cercano. Estudió en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), realizó la residencia en Cirugía General  en el Hospital Eva Perón de la localidad de Granadero Baigorria y por amor llegó a Villaguay, entre Ríos, donde vive hace 30 años. Hoy el Hospital Noé Yarcho se aboca a la atención primaria y atiende a cerca de 600 pacientes por mes, además de vacunar a 300 niños. El médico se define como netamente “hospitalario” y admira esas ganas de cooperar, que se respira en Villa Domínguez, como una huella del pasado, pero también, en cada momento del presente. IntraMed entrevistó a ambos, quienes hicieron un recorrido de este hospital que honra al doctor Yarcho, al que también llamaban “doctor de almas”, porque además de curar, se destacaba por la capacidad de escuchar. Aquí, algunos extractos.

Las colonias judías, el hospital y el médico que le dio su nombre

Osvaldo Quiroga.

Domínguez fue el epicentro de la mayor inmigración y colonización judía en la provincia Entre Ríos. Comenzó en el año 1892, por iniciativa de una empresa de colonización agrícola con dirección en París y propiedad del Barón Maurice de Hirsch, que fue la primera en comprar 50 km de extensión de tierra (80.200 hectáreas) alrededor de la flamante estación ferroviaria Gobernador Domínguez. Buscaba emplazar las primeras colonias agrícolas, con el fin de formar una masa campesina judía. Estas familias eran rescatadas del imperio ruso, la Rusia de los Zares (que en ese entonces, Ucrania, Rumania y Polonia). Al Barón de Hirsch se lo empezó a conocer como el “Moisés de las Américas”. Pero este fue un proyecto de colonización agrícola sin agricultores, ya que esas familias nunca habían trabajado la tierra, eran  artesanas y la única manera para abandonar el dolor y la tragedia era ser seleccionadas por esta empresa filantrópica, pero no asistencialista. Venían por contrato, se les entregaba herramientas,  semillas, elementos para construir sus viviendas y debían producir. El contrato era una promesa de venta, durante 20 años como mínimo debían trabajar la tierra y pagar una anualidad, es decir, la inversión que había realizado la empresa de colonización se dividía en 20 cuotas, una por año. Una vez que pagaban la última, se convertían en propietarios del terreno.

Este proyecto de colonización agrícola vino acompañado de un proyecto de colonización urbana, que contemplaba la habilitación de escuelas, bibliotecas y el centro de salud. Ese año se habilitó el primer hospital de la colonia, donde comenzó su accionar el doctor Noé Yarcho, un médico recibido en Rusia contratado por la empresa de colonización. En sus comienzos el lugar era muy distinto a lo que es hoy: apenas si era una construcción de ladrillos que funcionaba antes como una barraca, un depósito de cueros.

El doctor Yarcho fue el único médico en 50 kilómetros a la redonda de la estación Domínguez entre 1892 y 1912, fecha de su muerte. En total se encargó de la salud de los habitantes de 49 aldeas y tres centros urbanos poblados: Domínguez, La Capilla e Ingeniero Sajjaroff. En esos tiempos, se transformó en la única persona de confianza de los colonos, sus hermanos rusos, porque en la empresa de colonización había funcionarios muy burocráticos, que se limitaban a la entrega de las herramientas, la firma de los contratos y la cobranza de las cuotas. Las familias, entonces, se sentían desprotegidas y el médico se transformó en el manto de lágrimas de todas ellas.

Dos años después de su llegada, el Dr. Yarcho se ganó el mote de “médico milagroso” y hasta de “el santo judío”. Fue en 1894 cuando llegó a la estación Dominguez un grupo numeroso y muchos de ellos estaban infectados. El médico determinó que era tifus, se desató una epidemia y, con la ayuda de un médico francés que vivía en Villaguay, Francisco Deletang, lograron frenar la epidemia en tres meses. De esta forma, evitaron que se propague a otras colonias agrícolas de italianos, suizos, franceses, rusos, alemanes, belgas. Fue entonces que Yarcho se hizo conocido y no  limitó a la atención de sus correligionarios colonos inmigrantes, sino también venía gente de toda la provincia a solicitar sus servicios, incluso de la República Oriental del Uruguay. Trabajando sin descanso, descuidó su propia salud. El 31 de julio de 1912 falleció a los 49 años, producto de una tuberculosis.

El Hospital Noé Yarcho hoy y sus integrantes

Dr. Gonzalo Carril

Desde hace 6 o 7 años que estoy al frente del Hospital Noé Yarcho, donde la comunidad de Domínguez me recibió muy bien. Somos un hospital que hace atención primaria y la internación es transitoria. Los casos más complejos se atienden en el hospital de Villaguay, ciudad que está a 17 kilómetros. Atendemos entre 500 y 600 pacientes por mes fácil,  más la vacunación de los chicos, que son unos 300 más. El movimiento es importante, pero en algo nos parecemos al Dr. Yarcho, al que le llamaban “doctor de almas”. Él no solo curaba el cuerpo, sino que mucha gente muy angustiada por el desarraigo y el problema del idioma, encontraba consuelo en él. Y acá también pasa, muchos vienen al hospital buscando algo más que un medicamento.

Por todo esto, quiero destacar mucho el trabajo del personal de enfermería, que son los que realmente están con los pacientes las 24 horas. Cuando llega alguien con un problema, son ellos los que te alertan al principio de que esa persona tiene un determinado problema familiar o está deprimido porque perdió un hijo o porque se peleó con la esposa o el marido. Es de destacar la gran influencia que tiene el personal de enfermería en todos los hospitales, pero en estos en particular.

A la medicina le tuve que agradecer mucho, porque es muy reconfortante poder calmar el dolor o la angustia de los semejantes. Muchas veces lo hice quirúrgicamente, por mi especialidad de cirujano, pero en Villa Domínguez me reencontré con este mano a mano diario con el paciente de todas las edades. Incluso en el hospital también hay un geriátrico donde viven ocho abuelos y es muy lindo estar en contacto con la gente todo el tiempo.

 

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