Ciclo de biografías “Encendidos” | 22 OCT 23

Sylvia Plath, la poeta sonora pero frágil como una campana de cristal

Una historia de vida. Una historia clínica. Una biografía sobre personalidades que brillaron hasta su extinción, pero que permanecerán iluminándonos para siempre.

La vida de la poeta, novelista y escritora Sylvia Plath estuvo marcada por los vaivenes de su mente, brillante para su trabajo, pero vulnerable en materia de salud. Decidió ponerle fin a su vida a los 30 años, el 11 de febrero de 1963, un mes después de haber publicado en el Reino Unido su única novela La campana de cristal (The Bell Jar), que es semiautobiográfica. Luego de dejarle preparado el desayuno a sus hijos, Frida y Nicholas, abrió las ventanas del comedor, se encerró en la cocina, cerró las puertas, las selló con cinta adhesiva y abrió la llave para aspirar el gas. El suyo no fue el único suicidio dentro de su familia. Su hijo Nicholas correría con la misma suerte años más tarde, pero antes la segunda esposa de su marido –y amante, mientras él permanecía casado con Plath– repitió la misma metodología seis años después. ¿Cómo fue la trágica historia de una de las voces más célebres de la literatura estadounidense contemporánea?

Nacida el 27 de octubre de 1932 en Boston, Massachusetts, en el seno de una familia de origen alemán y austro-húngaro, Plath mostró de forma temprana su talento para la escritura, al punto de ganar diversos certámenes literarios. Sus contemporáneos decían que era patológicamente ambiciosa, ya que que se presentaba a concursos desde los ocho años. A la par que desarrollaba su talento y su determinación, Sylvia fue tocada por la tragedia: perdió a su padre cuando era pequeña. Estudiosos de la vida de la autora argumentan que este deceso marcó su vida psíquica y su relación tensa con el género masculino. Sin embargo, esta tensión también podía obedecer a que ella buscaba no rendirse a la dependencia de un varón, motivo por el que siempre aceptó trabajos mal pagos para poder dedicarse a la escritura.

Su sed de independencia se podía vislumbrar en su única novela, que publicó en el Reino Unido poco tiempo antes de morir, bajo el seudónimo de Victoria Lucas. La trama mostraba cómo su alter ego, Esther Greenwood, dejaba al novio de toda la vida para viajar y estudiar. Lo mismo había pasado con Plath, quien rechazó la propuesta de matrimonio de su novio Gordon y en 1955, gracias a haber ganado una beca Fulbright, se trasladó al Reino Unido para estudiar en la Universidad de Cambridge. El destino parecía prometedor tanto para Esther como para Sylvia. Sin embargo, lejos del hogar, empezaron las crisis. Tras su primer intento de suicidio, Plath fue tratada con electroshock, algo que se narró en la novela, solo que en la voz y experiencia de Greenwood.

Para febrero de 1956, Sylvia fue a visitar a un psiquiatra que le habían recomendado en Cambridge tras sus episodios y, en el camino, se compró un número de la revista St. Botolph’s que contenía cuatro poemas de Ted Hughes. Fue automático: quedó deslumbrada por su pluma. Es por eso que el mismo mes, Plath acudió a la fiesta de inauguración de la revista. Ahí se conocieron. Tras su primer beso, ella mordió la mejilla de Hughes y la marca le quedó al poeta durante un mes. Para el 16 de julio, se casaron.  

Los primeros tiempos fueron, en apariencia, calmos. Tuvo a su hija Frida en 1960, año que coincidió con la publicación de su libro El coloso y otros poemas. Pero en 1962, tras el nacimiento del segundo niño, Nicholas, Plath sufrió depresión posparto, un malestar alimentado por la imposibilidad de escribir. Por más que ya era una autora celebrada y había firmado contrato para publicar La campana de cristal, su imagen se veía opacada por la figura de Hughes, que parecía agrandarse cada vez más. Ese mismo año, el poeta abandonó a Sylvia por una amiga en común, la también poeta Assia Wevill, con quien tuvo una hija, Shura. Se dice que Hughes repitió con Assia los mismos modos que con Sylvia; pasión primero y terrible indiferencia después. Ambas se habían enamorado perdidamente del poeta británico y con seis años de diferencia, ambas abrieron la llave de gas. En este caso, falleció Assia, pero también Shura. Incluso Hughes llegó a decir a Yehuda Koren y Eilat Negev, los autores de la biografía Assia Wevill: "La muerte de mi primera mujer fue complicada e inevitable. Llevaba en esa pista la mayoría de su vida. Pero la de Assia pudo evitarse. Su muerte estaba totalmente bajo su control, y fue el resultado de su reacción a la acción de Sylvia".

 

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