Nuevo libro del Dr. César Leo Kronwitter | 15 OCT 23

Viento a favor

Este nuevo libro de cuentos, relatos y escritos breves se encuentra atravesado por la emoción de principio a fin.
Autor/a: Dr. César Leo Kronwitter 

Viento a favor

Reseña

Hoy me levante renovado
tal vez un sueño que no recuerdo
me dio el impulso.
Es una mañana espléndida,
siento que tengo viento a favor.
Despliego mis alas
sobrevuelo el blanco papel
comienzo a escribir. 

Este nuevo libro de cuentos, relatos y escritos breves se encuentra atravesado por la emoción de principio a fin. Solo la emoción mantiene encendida esa llamita interior que permite expresar en palabras lo que se piensa y siente, un momento espiritual propicio para embarcarse en una aventura narrativa y poética. Su lectura tiene un mapa, un camino demarcado.

El primer tramo: Retratos, fútbol y algo más nos lleva de viaje por tiempos y escenarios históricos diferentes donde el deporte es el denominador común en las historias que se narran. Personalidades del mundo deportivo desfilan en las páginas reflejando las pasiones que marcaron sus vidas o simplemente destacando la humildad asociada a su grandeza que los eleva a la categoría de ídolos. Lugares comunes, la canchita del barrio, el pasillo del hospital, la pelota fabricada, el orgullo por el color de la camiseta, el abrazo fraterno por un gol, reflejan valores existenciales como la pasión, lealtad, amistad, esfuerzo, superación. Metáforas de la vida misma.

En el segundo tramo, Un lugar para volver, está pincelado en el relato o la leyenda el paisaje cruzdelejeño del norte cordobés, donde el sol, el olivo, el recuerdo de los trenes y el andén ejercen un efecto mágico de encantamiento.

En el tercer tramo hay más Para contar, historias de vida y de amor encarnando conflictos donde los personajes enfrentan situaciones existenciales con su carga de aprendizaje.

A unos pasos encontramos Rincón Breve en donde las palabras resuenan en textos de apenas tres versos. Una resonancia o vibración en su lectura que provoca una imagen que despierta, estimula, cuestiona e interroga.

En el último tramo encontramos Señales, son los mojones, las marcas que indican que estamos vivos. Lo cotidiano, la casa, el bar, los afectos van navegando en un universo profundo y maravilloso: el de las emociones.

Muchas veces las palabras son esquivas, juegan a las escondidas y por más que intentemos no logramos dar con ellas. Cuesta entenderlo, pero son precisamente ellas las que deciden, las que nos buscan y encuentran donde quieren y cuando quieren. A  veces en el momento menos pensado, en el lugar menos indicado aparecen para alumbrar, para guiar el camino de la escritura. En este libro son palabras en vuelo y con viento a favor. 


Las tres copas 

Tres épocas. Tres edades. Tres copas.

Andabas por los 17 años y cursabas el último año de la escuela secundaria cuando se jugaba el decimoprimer campeonato del mundo en nuestro país. Bajo una dictadura militar implacable se organizaba la más importante competencia del fútbol mundial. Muchas sombras rodeaban al evento y la esperanza de lograr nuestro primer título era enorme. La pelota rodaba en los flamantes estadios y la algarabía se apoderaba de todos los que estábamos en la otra orilla del dolor y del terror. Nuestra selección, comandada por el flaco Menotti, presentaba un plantel de enormes jugadores y por primera vez recorría un camino serio de preparación para lograr el objetivo. “El equipo nacional debe ser una prioridad” había dicho el flaco y tenía razón. Con sacrificio y mucho futbol, fue escalando en el torneo hasta llegar a la final con Holanda. Partido duro, complicado en el que aparece un Kempes imparable para marcar dos goles y quedar como goleador y mejor jugador del torneo. La copa en manos del capitán Passarela era un sueño hecho realidad. Saliste a festejar en el rastrojerito de tu viejo con banderas, gorros y bombos hasta bien entrada la noche, pero la alegría, la fiesta, el futbol y hasta los jugadores quedaron para siempre manchados por la cuestión socio política del país. Nuestra primera copa quedo envuelta en la misma sombra de ese tiempo. Injustamente un plantel sospechado. Injustamente un plantel casi olvidado Quiero reivindicar en este humilde relato a ese puñado de jugadores que nos llevó por primera vez a la cima del fútbol mundial con garra y buen fútbol. Del resto se sigue ocupando la historia. 

Con 25 años, ya médico y cursando el segundo año de tu residencia viste a un genio que hacía maravillas con una pelota. En México, bajo un calor agobiante, comenzaba la decimotercera copa del mundo, la del Diego y compañía. La de la mano de Dios. La del inigualable y maravilloso gol a los ingleses del diez, montado en un barrilete cósmico. La de la final con Alemania ganando cómodos 2 a 0, para luego sufrir el empate 2 a 2 hasta la corrida memorable de Burruchaga, el Burru, por la derecha para clavar el tercero ante la salida del arquero teutón. Una maravilla todo el estadio Azteca festejando. El Diego en andas levantando la segunda copa con una felicidad eterna y vos festejando, arropado con la bandera, en Colon y General Paz entre una muchedumbre de desconocidos que no lograban mitigar tu soledad. Después el trofeo, el balcón de la rosada, el presidente Alfonsín en los albores de una democracia que renacía. 

Ha pasado mucho tiempo y demasiado rápido. Con 61 años, tres hijos y un nieto, te toca vivir el mundial de fútbol número veintidós que se disputa en un paisito minúsculo del continente asiático. Con la camiseta de la selección y envuelto en la bandera, tenés el enorme privilegio de ver y disfrutar de otro monstruo, otro genio, pero más cercano, más común, más terrenal. Lionel Messi acompañado de una banda de jugadores, la mayoría muy jóvenes, incluido el cuerpo técnico, que entendieron como pocos el valor de la unidad detrás de un objetivo. Con humildad y un fútbol efectico, táctico, por momentos letal, se fueron metiendo el torneo en el bolsillo para coronarlo con la mejor y más dramática final de todos los tiempos. Como la sufriste. El festejo alocado en el estadio y en las calles de cada rincón del país. Un país necesitado de alguna alegría, aunque sea futbolera, que perdurará en el tiempo con la foto del capitán levantando la copa y la tercera estrella estampada en el pecho.

 

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