Relato de Irene Wais | 26 SEP 23

Las momias modernas

En plena pandemia, una bióloga se conecta a una conferencia virtual con un título curioso dictada por un médico legista asesor en tanatología. La charla posee un final que sorprende.
Autor/a: Irene Wais 

Estábamos en la cuarentena cerrada y las conferencias virtuales comenzaron a proliferar como hongos detrás de la lluvia. Se ofrecían en todas las plataformas: Zoom, Meet, Teams, Moodle, Blackboard Collaborate, Classroom, Webex y otras opciones tecnológicas más que aparecieron conforme la pandemia se fue extendiendo.

Un día encontré por casualidad un correo electrónico de publicidad que había entrado en mi bandeja de spam. Era de un médico legista, ex perito forense y asesor en temas de tanatología. Estaba jubilado, encerrado en su casa como todos los argentinos, y ofrecía una charla gratuita de una hora para profesionales de la salud o ligados a ella. El mail aclaraba que podíamos inscribirnos biólogos, farmacéuticos, bioquímicos, veterinarios y, por supuesto, otros médicos. Excluía al resto del público con la excusa de que usaría terminología técnica no apta para legos.

El título me atrajo y me dio curiosidad: “Un mundo repleto de momias modernas”. Qué será eso, me pregunté y decidí anotarme para salir de la duda.

Llegó el día y entré al link de Zoom que recibí como respuesta automática a mi inscripción. Unas cien personas de habla hispana de todas partes del mundo estaban ansiosas por dilucidar si el título había sido una metáfora o una realidad.

Cuando se encendió la cámara del host apareció un viejito canoso muy simpático, con la cara arrugada y los ojos saltones. Se le veía la parte superior del tronco; vestía una camisa con cuello redondo y un moño a cuadros que juzgué bastante sui generis y un poco ridículo para la ocasión, teniendo en cuenta que el tipo estaba en su casa. Hablaba gesticulando exageradamente y cada tanto levantaba una ceja. Me resultó divertido desde el inicio y vaticiné una hora de charla entretenida. Con un primer mensaje escrito pidió que nos presentásemos todos por el chat del Zoom con nombre, apellido, país y ocupación.

- Sean todos bienvenidos a este mundo distópico que llegó para quedarse. Ustedes me creen delirante, ¿no? Tal vez un poco lo sea, como todos, pero en casi sesenta años de desempeño en mi profesión como forense podría decir que he visto tantos cambios en los cadáveres como los que el planeta tuvo a lo largo de sus Eras Geológicas. Bueno, tantos no, claro que estoy exagerando, pero yo mismo me sorprendo cuando reviso mis apuntes de los casos en los que me tocó intervenir. Los cuerpos tardan más que antes en hablar, mucho más. Porque los cuerpos hablan, ¿sabían? Sí, hablan por lo que muestran. Una cosa de locos… ¿A qué creen ustedes que me refiero? Sé que se salen de la vaina por decírmelo, porque unos cuantos ya se lo estarán imaginando, pero los hice entrar a todos silenciados en mi sala virtual para no perder el hilo de lo que quiero contarles.

- Los cadáveres ya no se descomponen como hace cuatro o cinco décadas…Todos ustedes saben que los seres vivos al morir son colonizados por descomponedores, con una sucesión de fauna y flora de microorganismos (y no tan micro) que aprovechan la putrefacción de la materia para obtener su energía vital- continuó. -Pero no sé si todos conocen el impresionante ecosistema que es producto del fantástico hábitat que provee el cuerpo de un mamífero en pudrición.  Los cadáveres, señores, nos narran su historia. Gusanos invertebrados, desde sanguijuelas hasta los más variados helmintos, moluscos parecidos a las babosas, una amplia variedad de artrópodos entre los que se cuentan cientos de especies de insectos y algunas de crustáceos, relatan el tiempo que transcurrió entre que el ser vivo en estudio murió. Revelan en qué tipo de ambiente, si con humedad o sin ella y muchas cosas más. La herramienta más valiosa con la que contamos los médicos legistas para dilucidar cada caso es la entomología forense, que surgió como apoyo científico técnico a la investigación criminalística, para aportarnos información sobre la data de una muerte. La mayor riqueza y abundancia de insectos se encuentra en los primeros días de descomposición, atraídos por las bacterias de las que se alimentan. Luego aparecen larvas que degradan de forma progresiva los tejidos. El patrón de sucesión es coincidente en todos los vertebrados pero las especies pueden variar en diferentes lugares de la Tierra, con equivalentes ecológicos en los distintos continentes. Así, hay protocolos desarrollados y publicados en las revistas científicas, con el fin de generar una base de datos que relacione las fases de desintegración con listados de especies que se suceden en los cuerpos muertos. –

Me interesaba conocer la historia del asunto y estaba ansiosa por escuchar algo de eso, cuando el profesor se remontó a los inicios. Parece que me hubiera leído el pensamiento.

- El primer documento escrito de un caso resuelto por la entomología forense se remonta al siglo trece y aparece en un manual de medicina legal chino. Se trató del homicidio de un labrador degollado por una hoz. Para resolverlo obligaron a todos los agricultores de la zona relacionados con el muerto por familiaridad, amistad o área geográfica a colocar sus hoces sobre la tierra y al aire libre, cada cual con el nombre de quien la empleaba. Cercaron el área y dejaron pasar el tiempo con vigilancia permanente para que no se alterara la escena del experimento. A los pocos días acudieron moscas y se posaron solamente sobre la hoja de una de ellas. La conclusión fue que el dueño de esa hoz debió haber sido el asesino, porque los restos imperceptibles de sangre que habían quedado adheridos al "arma" del crimen atrajeron a las moscas. ¿Ustedes creen que fue una prueba suficiente como para condenar al supuesto asesino? Bueno, no importa si lo piensan o no hoy, porque hace ocho siglos la consideraron justa y el tipo fue encarcelado. Durante muchos años, antes del acceso masivo al microscopio óptico comercial, se especuló que al morir una persona las larvas que se encontraban en un cadáver para devorarlo aparecían “por generación espontánea” o salían de adentro del propio cuerpo. Estas creencias perduraron hasta el Renacimiento, cuando un médico italiano y naturalista apasionado se propuso demostrar de una forma científica que esas larvas procedían de insectos que depositaban sus huevos para que se desarrollaran sobre el cadáver. Era hijo de un médico de la corte de los Medici y tuvo a disposición todo lo que necesitara para la demostración. En su experimento expuso al aire libre cajas descubiertas con trozos de carne cruda, y se propuso observar. Las hembras de mosca, atraídas por el olor, desovaron sobre ellas. Contempló cómo de los huevos depositados por los insectos nacían larvas que empupaban y luego de la metamorfosis se transformaban en individuos adultos de cuatro tipos: moscas azules, negras con franjas grises, verdes con dorado y moscas iguales a las domésticas. Hizo lo mismo con cajas cerradas, con el fin de que también se produjera la putrefacción, pero las moscas no pudieron entrar. Ergo, la carne se pudrió, pero no apareció allí ninguna larva. Probó ver qué ocurría si ponía animales muertos en descomposición en contacto con lombrices de tierra, pero éstas en ningún caso se alimentaron de los cadáveres hundidos en el suelo. Recién a principios del siglo diecinueve se comenzó a utilizar la entomología forense de forma continua como ayuda en la medicina legal y los investigadores llamaron a los diferentes grupos de artrópodos involucrados en la descomposición "escuadrillas de la muerte". Según los autores de las publicaciones científicas, esas flotas, mayormente de insectos, conquistan los cuerpos de manera selectiva y con un orden preciso, tan exacto que una determinada población de insectos sobre un cadáver indica el tiempo transcurrido desde el fallecimiento y las condiciones a las que estuvo expuesto. Sin embargo, - prosiguió- no todo resultó tan sencillo. A pesar de los estudios realizados en aquél entonces, la transdisciplinariedad necesaria para avanzar se vio estancada desde finales del siglo diecinueve hasta mitad del veinte por varias razones: el distanciamiento entre entomólogos y profesionales de la medicina legal, el pequeño número de casos en los que especialistas en insectos eran requeridos y la falta de entomólogos especializados en el estudio sistemático-biológico de la fauna de los cadáveres. Recién 1978, Marcel Leclercq publica Entomología y medicina legal. Datación de la muerte, y posteriormente el inglés Kenneth George Valentine Smith en 1986 su Manual de entomología forense. A partir de ese momento la trayectoria de la ciencia de los cadáveres fue imparable. Muchos autores dedicaron su tiempo y conocimientos a estos estudios, e innumerables fueron los casos policiales en los que los entomólogos pudieron contribuir para su esclarecimiento. -

En ese momento, el expositor hizo un alto, lo noté cansado después de todo ese speech sin parar, tomó un vaso de agua, y se quedó mirando taciturno la cámara por unos segundos. Todos pensamos que se había olvidado lo que iba a decir, o que tal vez se sintiera fatigado como para no seguir. Se quedó pensativo, respiró profundo y continuó su alocución.

-En vez de hacer un break voy a habilitar el micrófono al que me pueda contestar esta pregunta, que parece muy básica, pero les aclaro que las respuestas son varias…  Marquen la opción de mano alzada así les voy dando voz ordenadamente a quienes quieran intervenir. ¿Para qué sirve la entomología forense? –

El primero de los oyentes que pidió la palabra dijo “para datar la muerte a través del estudio de la fauna cadavérica”.

-Correcto, pero eso solo no me dice nada…

El segundo interrumpió: “para determinar la época del año en que ocurrió la muerte”.

-Bien. ¿qué más?

“Para verificar que el fallecimiento fue en el lugar se halló el cadáver o constatar si se trasladó a esa locación”, dijo otro.

-Correcto. Eso es fundamental para dar fiabilidad y apoyo a la datación forense.

 

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